La celebración fue presidida por el señor nuncio apostólico en la República Argentina, Monseñor Miroslaw Adamczyk. Aquí le ofrecemos texto de la homilía.

SALTA, 13 DE SEPTIEMBRE DE 2023

Su Excelencia Reverendísima Monseñor Mario Antonio Cargnello, arzobispo de Salta

Reverendos Sacerdotes y Religiosos,

Reverendas Religiosas

Hermanas y Hermanos en Cristo,

Saludo a todos ustedes muy cordialmente, en el nombre de Su Santidad Papa Francisco, que tengo el honor de representar en su país natal, y los saludo también a mi nombre personal. Durante esta misa recordamos entonces nuestro querido Santo Padre, el Papa Francisco, gran devoto de la Virgen María que nos recuerda que “María nos defiende en los peligros, se preocupa por nosotros, también cuando nosotros estamos atrapados por nuestras cosas y perdemos el sentido del camino, y ponemos en peligro no solo nuestra salud sino nuestra salvación” –subraya, pues “maría está allí, rezando por nosotros, rezando por quien no reza ¿Por qué? porque ella es nuestra Madre” (marzo de 2021).

Estoy muy contento de poder comenzar junto a todos ustedes el Triduo del Milagro. La celebración que hoy día comenzamos es la gran fiesta patronal de esta Arquidiócesis y de la Tierra salteña; permítanme pues, presentar a todos Ustedes y en primer lugar a su Arzobispo, a los sacerdotes y a todos los fieles, los mejores deseos, que la Virgen del Milagro pida a su Hijo, nuestro Señor, de concederles muchas gracias terrestres y celestiales, de paz, salud y prosperidad; que Dios les bendiga y proteja por muchos años más de vida de esta comunidad de creyentes.

En nuestra primera lectura de hoy día, hemos escuchado: “Que el Dios Altísimo te bendiga, hija mía, más que a todas las mujeres de la tierra”. Nosotros pidiendo la intercesión de la Virgen María repetimos continuamente las palabras que el Arcángel Gabriel dijo a la Madre de Dios: “Dios te salva, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”.

Cuando celebramos, justamente como hoy día, una fiesta mariana, podemos preguntarnos ¿Por qué nosotros católicos, tenemos tan grande devoción por María? La respuesta es, porque la Iglesia Católica quiere proclamar la plenitud del Evangelio sobre la salvación.

En la primera Carta de San Pablo a los Corintios, leemos: “Como todos mueren por Adán, todos recobrarán la vida por Cristo” (15, 22) Si a causa del pecado de Adán llegó la muerte, gracias a Cristo y su cruz llegó la salvación. por esta razón le llamamos el nuevo Adán. Pero la historia del primer pecado no es solo la historia de Adán, es también la historia de Eva.

Si Jesús es el nuevo Adán ¿Quién es la nueva Eva? La virgen María, Madre de Jesús, ella es la nueva Eva. Si la historia completa del pecado incluye a Adán y a Eva, así la historia de la redención incluye al nuevo Adán y a la nueva Eva. No se puede proclamar la historia completa de la redención sin la nueva Eva, María.

Podemos encontrar en la Biblia muchos paralelos entre los viejos Adán y Eva, por una parte, y entre Jesús y María por la otra.

Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, Eva salió de la costilla de Adán. En el libro del Génesis leemos: “Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y (…) le sacó una costilla y llenó con carne el sitio vacío” (Gen. 2, 21), pero en el Nuevo Testamento Jesús nació de la Virgen María, Jesús tomó carne de una mujer, su madre.

En el Antiguo Testamento, fue Eva la primera en desobedecer e introducir a Adán al pecado, en el Nuevo Testamento, fue la mujer, María, la primera en obedecer. Ella ha dicho “si” al Arcángel Gabriel, “Yo soy la esclava del Señor: que se cumpla en mí tu palabra” (Lc 1, 38).

El primer capítulo de los Hechos de los Apóstoles nos presenta la primera comunidad cristiana reunida en oración, a la espera del Espíritu prometido por Jesús. Allí están los apóstoles, junto con otros discípulos y con varias mujeres y entre ellas, su Madre, María.

Y hoy día, el 13 de septiembre de 2023, nosotros estamos aquí en Salta, con ella y con su Hijo, nuestro Señor y salvador. Hace poco hemos escuchado las palabras de una mujer que exclamó ¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron” Jesús respondió ¡Dichosos, más bien, los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!

Jesús quería proclamar que más importante que la maternidad o el parentesco biológico es la nueva familia que Él quiere reunir: la familia de los creyentes. Esta grande familia, que somos nosotros, no está excluyendo a su madre: al contrario, está diciendo que  su mayor mérito fue que ella creyó en la Palabra que Dios le había dirigido a través del ángel. Precisamente, es el mismo evangelista, Lucas quien nos transmite la respuesta de María a la invitación de Dios: “Hágase en mí según tu palabra”. María es Madre de Dios, pero ella es también la primera discípula de su Hijo.

“Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ijos en la humildad de su esclava”. Lo que alegra a María no es el hecho, ya suficientemente jubiloso, de dar a luz a un hombre. Es la conciencia de ser habitación del Salvador. Sentirse portador de Dios es  razón suficiente para despojarse de tristezas profundas. Nos urge recuperar la alegría y combatir el sentimiento de soledad.

De las palabras de la Virgen María emergen dos aspectos que se ven muy claramente: la gratitud a Dios por todo lo que hace por ella y una auténtica humildad. María misma en realidad se llama esclava.

Ella dice: “Mi alma canta la grandeza del Señor, mi espíritu festeja a Dios mi salvador, porque se ha fijado en la humillación de su esclava y en adelante todas las generaciones me llamarán feliz porque el Todopoderosos ha hecho en mí grandes cosas”. Y así fue y así es. El Todopoderoso ha hecho grandes cosas a través de María.

Dios puede hacer grandes cosas a través de nosotros también. Podemos hacer, entre comillas, “grandes y pequeños milagros”. Y María nos puede ayudar a hacerlo; sería suficiente escuchar lo que nos dice. En realidad, la Madre de Dios habla muy poco en las páginas del Evangelio. Solo en cuatro ocasiones. El Anuncio del nacimiento de Jesús: la pregunta de María “¿Cómo sucederá eso si no convivo con un hombre?” (Lc 1, 34); y su respuesta “Yo soy la esclava del Señor: que se cumpla en mí tu palabra” (Lc. 1, 38). Las palabras del Magníficat pronunciadas durante la visita a Isabel. La tercera vez, son las palabras dirigidas a Jesús que cumplió doce años y se quedó en el Templo: “Hijo, ¿Por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados (Lc. 2, 48). Y, finalmente, en la boda de Caná. “No tienen vino” (J 2, 3) y “Hagan lo que él les diga”.

¿Qué significa esto? San Juan Evangelista, en su primera Carta, nos enseña que el “amor de Dios consiste en cumplir sus mandamientos, que no son una carga”.

En realidad seguir los mandamientos de Jesús no es difícil. Me permito de mencionar algunos de ellos. “Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados. Perdonen y serán perdonados” (Lc 6, 36-37). “La medida que usen para medir la usarán con ustedes” (Mt 7, 2). “Brille la luz de ustedes ante los hombres, de modo que cuando ellos vean sus buenas obras, glorifiquen al Padre de ustedes que está en el cielo” (Mt 5, 16).

“Con quien tienes pleito busca rápidamente un acuerdo, mientras vas de camino con él” (Mt 5, 25).

“Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas/…/ Amarás al prójimo como ti mismo” (Mc 12, 30-31). “Sean perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el cielo” (Mt 5, 48).

Queridas Hermanas y Hermanos, hoy día gozamos de tener  a la Virgen del Milagro, como protectora e intercesora,  como ejemplo para nuestra fe; nos unimos a todas las generaciones que la felicitan y la llaman bienaventurada: Madre de la Iglesia, llena de amor y misericordia. Amén.

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