Colegio Santa Rosa de Viterbo, Salta
20 de junio de 2019
Queridos hermanos:
En el camino de la iniciación cristiana, el protagonista, sin lugar a dudas, es el Espíritu Santo y la madre que contiene el camino largo del ser humano, desde el nacimiento hasta la muerte, es la Iglesia.
La Iglesia, cuando nos va a bautizar nos entrega del Credo, que es el fundamento de nuestra fe. De hecho, somos bautizados en el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este es el fundamento: nuestro Dios que es familia, en el cual somos sumergidos en el agua que brota del Padre, que nos es dada por el Hijo y el Espíritu Santo. Es el agua viva que brota hasta la Vida eterna de la que habla Jesús a Nicodemo. La Iglesia nos entrega también el Padrenuestro. Al final de la Celebración, se le pide a la madre y al padre que tengan a su hijo en brazos y que se rece juntos el Padrenuestro, momento en donde uno se puede sentir familia, donde el Altar es la mesa.
Todo el proceso de Iniciación Cristiana brota de ese gran kerigma que es el Credo, que se hace oración en el Padrenuestro y es la marca que día a día de Iglesia va pronunciando de un modo o de otro. El Credo es rezado normalmente los domingos, en el día de la comunidad cristiana; pero el Padrenuestro se reza en todas las misas. El Padrenuestro fu enseñado por el Maestro, que es Jesús. En la Iniciación está contenido el núcleo de la vida cristiana: el Credo es nuestra profesión de fe y el Padrenuestro se hace Vida y Fe.
Volvemos a esa fuente y en ella nos renovamos, nos lavamos, nos nutrimos, revivimos. No podemos descuidar eso, en la enseñanza de la oración tenemos que darle el lugar que tiene el Padrenuestro. Estamos proclamando el Sermón de la Montaña, según Evangelio de Mateo, que son los capítulos 5, 6, y 7, en el medio está el Padrenuestro, en el corazón del sermón está el Padrenuestro. Cuando oren no hablen mucho, ustedes oren así: “Padre nuestro que estás en el cielo”.
La Iglesia nos hace leer, en el Oficio de Lecturas, un comentario al Padrenuestro de San Cipriano. Es una oración que traba la comunión de la Iglesia y que nosotros tenemos que hacer nuestra como la que me hace revivir junto con el Credo, el Bautismo, el Agua Viva. Tengo que tratar de enseñarle esto a mis catequizandos: niños, jóvenes o adultos. No como algo que solamente aprendo de memoria, sino como algo que trato de vivir.
El Padrenuestro es la oración que me sitúa frente a Dios como un hijo. Fíjense que la antífona previa al Aleluya dice: “Han recibido el Espíritu de hijos adoptivos que los hace llamar a Dios Abba, es decir, padre. El Padrenuestro es la traducción extendida del Abba.
Qué es el proceso catequístico que brota del kerigma sino justamente la conciencia de lo que significa ser un hijo un hijo de Dios, que se siente dignificado, agradecido; pecador pero perdonado y que sabe ser hermano comprometido, con pocas posibilidades pero con un corazón dispuesto a dar. Esa fuerza brota del Espíritu y debe estar en mi corazón de hijo, de bautizado, para poder ser un buen catequista; sino soy un transmisor de enseñanzas aprendidas de memoria en un libro. Estas enseñanzas tienen que ser masticadas en mi vida y trasmitidas con la pasión de quien ha encontrado a Jesús, como Felipe, que se arrima al eunuco etíope, según leído en el texto, que hemos tratado de hacer nuestro en esta jornada.
En un año como el nuestro, que quiere ser un año de misión (¡Ojalá la Iglesia de Salta experimente ese paso del Espíritu y que se abra!). A veces decimos: “En la Fiesta del Señor del Milagro viene la gente”; pero ¿yo? ¿hasta donde tengo pasión evangelizador y no me apropio de Señor del Milagro como un regalito que no me compromete en la vida? Sería quedarme la mitad si no desarrolló la pasión evangelizadora justamente desde la conciencia del que busca “con amor buscando el amor de un Pueblo”. Tengo la necesidad también de ser un buscador para el Señor de mucha gente que integra ese pueblo. Y el espacio de la catequesis es el gran espacio, en el que esta impronta misionera, esta pasión del hijo que reza el Padrenuestro, que se afirme en la fe, se hace mensaje, acompañamiento, estar al lado catequizando, de la familia.
Pidamos al Señor, en este año en el que el Instituto Catequístico de la Arquidiócesis de Salta (ICAS) cumple 50 años, bajo la figura de este grande que fue San Francisco Solano, permita que crezca en nosotros una verdadera pasión evangelizadora, que se traduzca en un compromiso catequístico creciente cada día.
Vamos a pensar un poquito en San Francisco Solano, es el misionero más grande de finales del siglo XVI y comienzos del XVII en Argentina, sin lugar a dudas, probablemente de América Latina. Fue un evangelizador increíble, que caminó un sinnúmero de tierras y vivió con un estilo de vida muy austero.
Estuvo efectivamente en nuestra zona, evangelizó la zona de El Galpón, tenía una gran facilidad para aprender el idioma aborigen en muy poco tiempo y, eso lo acercaba a los aborígenes. Lo del violín no es cierto, era otro instrumento más simple que tocaba y atraía a los aborígenes con la música.
Ojalá él también nos haga aprender de su pasión misionera. Espero que ustedes se hagan una escapadita a El Galpón el 24 de julio, cuando se celebra San Francisco Solano.
+Mons. Mario Cargnello
Arzobispo de Salta