25 de mayo de 2022 – Catedral basílica de Salta

Homilía

Mis queridos hermanos:

Si bien el transcurrir de los días  sigue el curso monótono al que la vida nos tiene acostumbrados, me parece a mí que la celebración del  Te Deum de este 25 de mayo del 2002 tiene una fuerza especial. Estamos queriendo salir del cuadro de la pandemia (porque ahí está como amenazándonos). Creí que pasaron dos años y poca era la marca, pero no, es grande la señal que ha quedado en las personas, en las familias; son muchos los amigos y familiares que partieron a la Casa del Padre. No hemos quedado sin marcas en nuestra salud, en nuestra percepción de la realidad; el golpe ha sido real y profundo. Se suma el marco mundial de la guerra, que amenaza con ser una tercera Guerra Mundial y genera incertidumbres. Se empiezan a ver las consecuencias económicas de decisiones tomadas  en torno a la guerra, que pueden crear situaciones muy difíciles para la humanidad y que, a pesar de estar lejos, nos afectarán. Sumado a estas situaciones en Salta, zona limítrofe (tenemos límites internacionales con Bolivia, Paraguay y Chile) se suman fenómenos muy dolorosos, como el tráfico de drogas y la trata de personas.  Un tráfico cuyas secuelas las vemos en nuestra juventud –y aquellos que no son tanto-, herida por el consumo de la droga que ve su futuro mutilado, reducido, empobrecido.

I

Es un tiempo difícil, pero no por difícil menos desafiante. Partimos de una convicción: si éste es nuestro tiempo, nosotros somos las personas que tenemos que llevar la barca de la historia en este tiempo, no en el pasado idílico que nunca existió o en un futuro utópico. Son ustedes los líderes de este tiempo.

Quisiera compartir esta reflexión mirándonos como gente del Noroeste Argentino, y mirándonos como gente de esta queridísima Provincia de Salta que tiene una riqueza, y por lo tanto, una obligación frente a la patria y el mundo. Me parece que puedo hacerlo en base de presentar a tres personas que son del NOA:

  1. Fray Mamerto Esquiú, que le tocó actuar en el comienzo de la organización nacional y que fue beatificado el año pasado.
  2. La figura de María de la Paz y Figueroa, la beata santiagueña Mama Antula, que tuvo un protagonismo fuerte en los comienzos de mayo, aunque actuó unos años antes.
  3. Los Mártires de Zenta, que serán beatificados, Dios mediante el 2 de julio en Orán, y que murieron el 27 de octubre de 1683 en territorio salteño.

II

Empiezo por la figura de Fray Mamerto Esquiú.  Cuando se tenía que redactar, aprobar y proclamar la Constitución Nacional eran dos las miradas: la mirada de la gente del litoral, que propuso y defendió la formulación actual, en la que declarando que se iba a sostener el culto católico hace la opción por la libertad de cultos. Por otra parte, la gente del oeste argentino, quería una formulación más explícitamente católica. Cuando el gobernador de Catamarca le pide a Esquiú que predique el 9 de julio, fecha que se iba a presentar la Constitución en todo el país,  él pertenecía al grupo que tenía sus reservas frente a la formulación de la Constitución de 1853. Después de haber hecho un primer  esbozo de lo que tenía que decir, no le agradó y pensó el sermón de la Constitución. ¿Qué hace Esquiú? Se eleva y no entra en la contienda.  Esquiú pide a los argentinos que miren a Quién es la fuente de toda paz, orden y justicia, que es Dios. El sermón no salió del gusto de aquellos que lo habían pedido; pero esa pieza oratoria, esa homilía, convenció de tal manera, que el mismo gobernador lo envía al Vicepresidente Carril, mostrándole que era una pieza que podía ayudar a la aceptación de la Constitución  Nacional. Este se le da al secretario y, alguien que estuvo en esa reunión con sus colaboradores, testifica 3 o 4 años después en Paraná, que al leer el sermón de este fraile, quiso burlarse, pero, él mismo se queda callado y fue a decirle al Vicepresidente que había que publicarlo. Una vez publicado contribuyó a la pacificación nacional y a la aceptación de la Constitución.

¿Qué hizo Esquiú? Simplemente miró la sociedad desde Dios y, a los católicos, les dijo que no temieran. Tenemos  que obedecer porque la ley es lo que nos va a dar la garantía de convivencia, es la base de un pacto social diríamos hoy. Probablemente la humanidad necesite esto, quizás nosotros también, recuperar el sentido liberador de la ley. Cuando la obedecemos, cuando la ley es justa, somos más libres. El NOA tiene que decir mucho a la Patria, también hoy necesitamos esto: gente que no le tenga miedo a respetar la ley y nuestros líderes tienen que ser ejemplos del cuidado y respeto por la ley, esa ley que se enraíza en Dios, a quien no hay que temer. El Dios que nosotros proclamamos, no es el Dios lejano de los griegos, que mueve el mundo como una máquina,  sino es un Dios que es Uno y Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo, es fuente de respeto por la diversidad y busca la comunión, por eso es fuente de vida social. 

III

En segundo  lugar, la figura de la Mama Antula. Era una santiagueña, nacida en Silipica, en el interior de Santiago. Cuando fueron expulsados los jesuitas, ella tomó sobre si, como una misión, predicar los ejercicios espirituales. Se convirtió en una andariega, llegó por distintos lugares de la República hasta Buenos Aires. Y a pesar de ser despreciada y tratada de loca, construyó la casa de ejercicios, que todavía existe en el barrio de Constitución, donde pasaron muchos de nuestros próceres de mayo. Ella conseguía sacerdotes que predicaran los ejercicios y hablaba del bien, invitaba a amar a Dios y a la Patria, a servir.

Cuando alguien tiene una pasión por el bien, y en este momento necesitamos pasión por el bien común, no hay fríos ni calores, no hay cansancios, no hay desprecios. Hay amor y servicio. Y la Mama Antula  fue eso para el país de ese momento.

IV

El tercer ejemplo que quiero presentar son los Mártires de Zenta, a quienes no conocemos casi.  Todo aconteció el 27 de octubre de 1683, en una región que va de Ledesma al norte hacia Pichanal, allí estaba una de las misiones.

¿Qué había sucedido? La cuestión del momento era el vínculo del criollo con el español y el aborigen, sobre todo en la zona del Chaco gualamba. Había dos opiniones: una promovía el exterminio de los indios belicosos; la otra postulaba que había que pacificar evangelizando. En esos tiempos gobernaba Fernando de Mendoza Mate de Luna que defendía esta segunda tesis.

El párroco de San Salvador de Jujuy, Pedro Ortiz de Zárate, aprovechando el clima favorable a la paz, organizó la misión hacia el Chaco Gualamba. Era un hombre que se había casado y tenía dos hijos, cuando enviuda, deja a los chicos al cuidado de la abuela. Es ordenado sacerdote y estuvo dos años en Humahuaca y, luego en Jujuy. Guiaba a su pueblo con amor y cercanía; quería a las comunidades aborígenes, a las que conocía. Se preocupó por ellos, por su vida espiritual, por su salud; los respetó y fue justo; quería la paz. Él organiza la misión.

En Salta residían los jesuitas, dos de ellos emprenden el camino para ayudar a Pedro de Ortiz y se van hasta Uquía, desde allí bajan hasta Ledesma. Uno de ellos era de la Isla de Cerdeña y  tenía una sensibilidad especial en el trato con los aborígenes;  conocía la lengua y los acercaba muchísimo al Evangelio. El trabajo suscitó la envidia de los brujos de dos tribus. En un momento en que uno de los jesuitas vuelve a Salta para buscar provisiones, los cercaron. Uno les avisó que los iban a matar. Celebraron la Eucaristía por la mañana, a la tarde, cuando estaban reunidos para dar el catecismo, los mataron a ellos dos y a 18 laicos. Sabemos el nombre de ellos dos, por eso se pudo incluir en la beatificación a los 18 laicos que los acompañaron en el martirio.

V

Los desafíos son distintos hoy, pero la vida, la sangre y el entusiasmo de la gente del Norte es la misma. Me  permito presentar en esta circunstancia a los santos que están dentro de nuestra historia,  que son parte de nuestro legado e impulso de nuestro compromiso. Ellos nos abren la mirada.

Hoy el tema de la unidad entre los distintos grupos es un desafío. Nos retamos demasiado, nos maltratamos mucho, damos rienda suelta a lo que queremos decir y no tememos ofender. Es hora de pensarnos de otra manera, de creer que el amor es más fuerte, incluso que la muerte, como lo creyeron nuestros Mártires de Zenta, la Mama Antula y Fray Mamerto Esquiú.

Cuando hablamos de los santos no pensemos en las imágenes,  advirtamos que han sido personas de carne de carne y hueso, que amaron y se entregaron por nuestra patria;  que al entregarse por Dios se entregaron por nuestra Patria;  que supieron dialogar con los gobernantes de la época, ganándose el respeto. Esquiú se ganó el respeto de Roca, el amor de Avellaneda, la consideración de todo un pueblo. La Madre Antula lo mismo. Los mártires igual.

Los grandes santos son grandes dialogantes, también en eso son modelos. No los miremos como beatos de estampitas, descubrámoslo como ciudadanos que quieren, desde el amor a Dios, una patria mejor;  que creen en la fraternidad, que cultivan el perdón, que aprecian la ley, que nos desafían a ser líderes hoy, que nos invitan a sembrar el bien a toda costa, que nos dan un horizonte por el que vale la pena dar la vida y una mirada que tiene el horizonte de la eternidad, no para huir del presente sino para asumirlo totalmente, que nos ayudan a mirar el rostro de los otros, que nos invitan a desgastarnos en la vida. Ellos nos invitan a ser verdaderos líderes profundamente humanos. Que ellos nos bendigan y nos hagan descubrir, que también en el Siglo XXI el Norte tiene una palabra que dar. Hoy los líderes son ustedes. 

+Mario Cargnello

Arzobispo de Salta

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