El miércoles de ceniza da comienzo al tiempo de la Cuaresma dentro de la Iglesia.

Este tiempo tiene como finalidad preparar al cristiano para la celebración de la Pascua.

El tiempo de cuaresma va desde el miércoles de ceniza, hasta la misa de la Cena del Señor, el Jueves Santo. Es decir, que todo el triduo pascual, queda fuera ya del tiempo cuaresmal.

El miércoles de ceniza se imponen las cenizas a los fieles, elaboradas con las palmas bendecidas el domingo de ramos del año pasado.

Hay dos fórmulas para la imposición: “Conviértete y cree en el Evangelio” y la otra: “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”. Las dos apuntan a hacer tomar conciencia al hombre de la precariedad de su existencia en la tierra y la necesidad de la conversión del corazón a Dios.

El miércoles de ceniza y el viernes santo, son los dos únicos días de ayuno prescritos por la Iglesia. Se puede tomar una sola comida fuerte en el día (por ejemplo el almuerzo o la cena) y hay abstinencia de carne. El fruto del ayuno y la abstinencia tiene sentido si es expresión profunda de un corazón arrepentido, y darle el sentido de solidaridad: “Salir al encuentro de Cristo sufriente en el hermano que sufre” (el que pasa hambre, el que vive en soledad, el enfermo que no tiene quién lo visite, etc.)

Los viernes del tiempo cuaresmal, sólo se practica la abstinencia de carne, aunque es muy saludable, ofrecer pequeños sacrificios al Señor, para disponer nuestros corazones para que la gracia de Dios pueda hacer su obra.

Dios nos bendiga en este día y nos conceda un tiempo cuaresmal pleno de frutos de santidad.

Mons. Dante Bernacki.

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