Catedral Basílica de Salta

22 de julio de 2023

Queridos hermanos:

Agradecemos profundamente a Dios que también este año nos permite comenzar las Fiestas del Milagro habiendo celebrado el rito de la entronización de las veneradas imágenes de la Santísima Virgen María y del Señor bajo el título “del Milagro”.

Queremos vivir este Milagro asumiendo la realidad de nuestro tiempo y unidos a toda la Iglesia que transita un camino durante el cual quiere redescubrirse, como lo que es, un misterio de Comunión, el reflejo de la Trinidad Santísima del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y como camina en la historia y en diferentes lugares va gestando esa unidad en el corazón de todos, enseñándonos a caminar juntos, de allí viene el tema de la sinodalidad, que quiere decir: “caminar juntos” ¿De dónde nace este misterio en nosotros? De nuestro Bautismo.

El Sacramento del Bautismo no es una realidad que quedó en el pasado y cuyo recuerdo se ha perdido porque la mayoría de nosotros hemos sido bautizados siendo muy chiquitos. No, la realidad del Bautismo vive. Como agua viva, como agua que va dando vida atraviesa toda nuestra vida hasta el final, hasta abrir la puerta de la muerte y dejarnos en la orilla misma del cielo, en la eternidad.

Somos bautizados y esto significa haber sido sumergidos en la Pascua, en la Muerte y en la Resurrección del Señor. Ser hombres nuevos, nos dice la Palabra de Dios, es ser la buena semilla, como decía el texto del Evangelio: “la buena semilla son los ciudadanos del Reino”, los seguidores y discípulos de Jesús, de modo especial,  los que tenemos la gracia de ser parte de la Iglesia de Jesús. Somos los seguidores de Jesús, los que tenemos que ser la buena semilla, pero experimentamos en el camino la fragilidad y el pecado, descubriendo que es en nuestro corazón donde convive la buena y la mala semilla. Tenemos que ser semillas que nos transformamos cada día más en trigo, no en cizaña. 

El tiempo del Milagro es un tiempo propicio para descubrir el don de ser cristianos: somos hijos de la Iglesia, somos bautizados. Es el gran regalo del amor de Dios que, en Jesús, no ha dado todo y que nos da, por obra del Espíritu, el poder ser hermanos suyos e hijos del Padre y poder llamar a Dios: “Abba”, es decir “papá” y poder rezar el Padrenuestro.

Este tiempo del Milagro quiere ser un tiempo que nos ayude a tomar conciencia de esto e ir erradicando la cizaña. ¡Que crezca en nosotros el trigo que está sembrado en el corazón desde el día del Bautismo! Es lo que decíamos al Señor y a la Virgen al comenzar la celebración de la entronización: “Venimos a vivir este tiempo para purificarnos de nuestros pecados, vencer nuestras malas inclinaciones, ir creciendo en las virtudes, siendo verdaderamente discípulos tuyos”.

Delante de Dios, el único título que tenemos para presentarnos es que somos pecadores, y eso es lo que atrae el abrazo de Dios Nuestro Señor: el reconocimiento de nuestras faltas.  Él nos dijo: “Yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” y el Milagro está atravesado por esa espiritualidad. Es una entrega a la misericordia de Dios que el pueblo de Salta y todos sus devotos, más allá de las fronteras de la provincia, lo advierten; por eso vienen, por eso se sienten bien aquí. Ante la mirada bondadosa de la Virgen uno se siente despojado y libre y puede rezar, puede mirarse en el espejo de sus ojos y en los ojos del Señor Jesús, sin miedo, sabiendo que su misericordia es infinitamente superior a nuestra miseria y, por esto, el Milagro es un tiempo especial, que toca nuestro corazón,  que se convierte  en una propuesta de vida.  Así lo vivimos, así lo queremos vivir. Por eso le pedimos al Señor que nos dé la gracia de reconocer la inmensa dignidad que nace del bautismo.

Que podamos crecer en la conciencia del don que nos ha dado Dios, al hacernos hijos suyos en el Bautismo; la fuerza que tiene el Bautismo y que nos invita a confesarnos, a reconciliarnos con Dios y con los hermanos y la llamada que desde el Bautismo se hace grito invitándonos a la Eucaristía, donde nosotros renovamos la Pascua y la traduciremos en el Pacto de Fidelidad del 15 de septiembre culminando la Procesión del Señor y la Virgen del Milagro.

Es un tiempo de gracia, que ojalá renueve nuestros corazones y  transforme también todas las dimensiones de nuestra vida y nos comprometa a ser fieles servidores de Jesús, que nos haga descubrir que tenemos que rectificar, cambiar, convertirnos. Que nos haga descubrir la fuerza del bien que podemos sembrar para transformar nuestra vida en buena semilla y para sembrar la buena semilla a nuestro alrededor. Un cristiano no tiene miedo al mal en el mundo porque sabe que su misión, que brota del Bautismo,  es sembrar el bien, es sembrar la semilla del Evangelio, el estilo de vida de  Jesús y eso transforma la vida personal, la familia, nuestros vínculos, nuestras amistades, el pueblo, la Nación y el mundo.  Los cristianos siempre vamos a tener esa tarea, no nos podemos dormir, no podemos dejarnos  envolver por la mediocridad de un mundo que no reacciona o de lo mundano que no nos deja reaccionar.

El tiempo del Milagro sacude nuestras comodidades, nuestro no querer cambiar. El tiempo del Milagro es siempre dar un paso más adelante en el camino de la amistad con el Señor que nace del Bautismo, que supone una respuesta de fe, de una fe que compartimos con la Iglesia, que se enriquece con el testimonio de tantos cristianos, que nace en Abram pero que se hace nuevo a partir de Jesús y que encuentra en la Virgen, la mejor expresión del creyente. Ella es la Madre y Maestra de nuestra fe, por eso en este tiempo, nos ponemos en la escuela de la Virgen para procurar crecer y nos alimentamos con la fe de este Pueblo, esa fe que tomó una característica especial a partir de la experiencia del Milagro. Desde que llegó la imagen ligada a la fundación misma de Salta, que se hizo carne en el pueblo de Salta, a partir de las experiencias del terremoto y que llevaron a nuestros mayores a confiar la vida de nuestro pueblo al Señor y a la Virgen y  fue madurando hasta hacerse un gesto de libertad y de amor en el Pacto de Fidelidad de 1845. Estos 50 días, que son nuestra Pascua, no tenemos que desaprovecharlos.

¡Gracias pueblo de Salta por la generosidad de la fe que ustedes expresan y ese amor a la Virgen que nos contagia y nos entusiasma! ¡Gracias a los peregrinos!

Este año ustedes ven que las imágenes de la Virgen y del Señor lucen un manto nuevo, regalo de la Universidad Católica de Salta al cumplir los 60 años de su existencia, agradecemos a sus directivos y a toda su comunidad por este gesto, reconocimiento de que esta Casa de Altos Estudios es obra de un Milagro.

Celebremos la Eucaristía dispuestos a ponernos en marcha en este camino de fe que nace de nuestro Bautismo.

+ Mario Cargnello

Arzobispo de Salta

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