Damos gracias a Dios por el don de su persona, por su disponibilidad generosa al servicio del Pueblo de Dios y por su sí confiado a la misión que hoy le ha sido encomendada. Lo acompañamos con nuestra oración y afecto, pidiendo al Señor que lo fortalezca con los dones de su Espíritu para guiar a la Iglesia con sabiduría y misericordia no claudicando en el compromiso por la paz.