Vivir, hablar y actuar sin violencia no es rendirse, no es perder ni renunciar a nada. Es aspirar a todo. Como dijo San Juan XXIII hace 60 años en la encíclica Pacem in Terris, la guerra es una locura, está más allá de la razón. Cualquier guerra, cualquier enfrentamiento armado, acaba siempre en una derrota para todos. Desarrollemos una cultura de la paz. Recordemos que incluso en los casos de legítima defensa, la paz es el objetivo. Y que una paz duradera sólo puede ser una paz sin armas. Hagamos de la no violencia, tanto en la vida cotidiana como en las relaciones internacionales, una guía para nuestra actuación. Y oremos por una mayor difusión de la cultura de la no violencia, que pasa por el uso cada vez menor de las armas, tanto por parte de los Estados como de los ciudadanos.