Con la alegría que nos causa la Navidad llegamos a todas las familias de la Patria para multiplicar el gozo por el nacimiento de Jesús «porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado» (Is 9,5). En la pobreza del pesebre Dios nos ha enseñado muchas cosas sobre la dignidad de la vida humana. Nos ha revelado su deseo de hacernos hijos en su Hijo, y hermanos entre nosotros. Quiso compartir la condición humana tal como la encontró en el momento de su venida y no ha reparado en formar parte de una humilde y pobre familia obrera. Todos los acontecimientos que rodearon a aquel humilde pesebre donde nació el Hijo de Dios, anuncian a gritos que la gloria de Dios es que el ser humano viva.
En este sentido, apreciamos la acogida de la carta Laudato Sí por parte del Señor Presidente en su primer mensaje a los argentinos. Este texto del Papa Francisco está lleno de propuestas a favor del cuidado de la Casa común, sin olvidar a sus habitantes. Denuncia la cultura del descarte de la vida, porque el valor inalienable de un ser humano va más allá de su desarrollo.
En cambio, nos hemos sentido sorprendidos por la presentación del Protocolo sobre el aborto, como uno de los primeros actos del nuevo gobierno. Nos duele y preocupa este modo de obrar que evita el razonable debate democrático sobre la tutela de la vida, el primer derecho humano.
Por consiguiente hay una jerarquía normativa que se ha visto vulnerada por la imposición de este protocolo por parte de un funcionario, contrariando con un reglamento la Constitución Nacional, los Tratados Internacionales y el Código Civil y Comercial de la Nación, entre otras leyes nacionales que tutelan la vida desde la concepción. Lo que no legisló el Parlamento Nacional al término de un debate democrático, que contó con la discusión pública por parte de todos los sectores, instituciones y credos, lo acaba de definir un improcedente protocolo del Ministro de Salud. No somos «anti-derechos» los argentinos que estamos a favor de la dignidad y el valor sagrado de toda vida. En comunión con tantos creyentes y ciudadanos de buena voluntad esperamos la revocación del protocolo.
En esta Navidad nos unimos a las alegrías y esperanzas de todos nuestros hermanos con los que compartimos la vida, en especial con los pobres que anhelan y merecen un tiempo mejor por venir. Que a nadie le sea negado el derecho a existir dignamente, a tener una familia, a creer, educarse, trabajar y ser feliz.
Pidamos a la Virgen de Luján, testigo privilegiada de la unidad de los argentinos, nos ayude a amar y recibir la vida como viene, que siempre es un regalo de Dios.
183a Reunión de la Comisión Permanente Conferencia Episcopal Argentina
Buenos Aires, 17 de diciembre de 2019