SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA
Santa Misa
Catedral Basílica de Salta
8 de diciembre de 2021
Homilía
Queridos hermanos:
I
Dios, nuestro Señor, nos concede la gracia de poder celebrar también en este año la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. Es una de las cuatro Solemnidades más importantes en honor a la Virgen. La primera se celebra el 1° de enero; día en el que se honra a la Virgen Madre de Dios; la segunda, es el 25 de marzo, día en el celebramos la Solemnidad de la Anunciación del Ángel a la Virgen y la Encarnación en su seno del Verbo de Dios; la tercera, es el 15 de agosto, cuando celebramos la Asunción de María en Cuerpo y Alma al cielo; la cuarta es ésta, la Solemnidad de la Inmaculada Concepción y es la más arraigada en el corazón de América Latina. De hecho, varias de las advocaciones que son patronas de las naciones que conforman el continente, son imágenes de la Inmaculada, comenzando por Nuestra Señora de Guadalupe en México, extendiéndose por el continente, hacia el norte y hacia el sur. Basta pensar en la Virgen de los Treinta y tres en Uruguay, en Nuestra Señora de Caacupe en Paraguay, en la Virgen de Aparecida en Brasil, en la Virgen de Luján en Argentina. Dentro del territorio argentino, tanto Itatí como el Valle, como la Virgen del Milagro son imágenes de la Inmaculada que marcan la geografía de nuestra Nación, desde su origen.
El misterio de la Inmaculada muestra la grandeza del proyecto de Dios sobre María y muestra la grandeza del misterio de la condición humana porque Ella justamente no tuvo nunca nada que ver con el pecado desde su concepción. Ella nos muestra la capacidad de ser humano de responderle a Dios, desde Jesús, con toda libertad, como verdadero Hijo.
La Inmaculada Concepción celebra el hecho de que cuando es concebida María en el seno de Santa Ana, en ese momento, Dios detiene al demonio. Ella nos muestra que es posible construir un mundo según el proyecto de Dios. Ell,a preservada del pecado, va a ser el ámbito, el sagrario donde se va a encarnar el Hijo de Dios, empezando la nueva historia. Por eso celebramos este día como una aurora de la salvación, como una aurora de la libertad humana que es capaz de total fidelidad a Dios. Hay un canto del Padre Catena que dice: “Toda de Dios sos María”. Efectivamente, no pudo entrar el diablo, porque es toda de Dios y por ello es toda nuestra. María es modelo y paradigma de lo que puede la humanidad cuando es fiel al llamado de Dios. Esto lo expresa en la escena de la Anunciación que acabamos.
II
Entremos en el Mensaje de la Palabra de Dios.
Se nos ha proclamado el texto del libro del Génesis. El hombre ha pecado, ha rechazado el proyecto de Dios porque en el fondo ha considerado a Dios como un rival, creyó que lo envidiaba, y creyó que la guía de Dios y sus indicaciones eran un límite, frustración, imposibilidad de desarrollo omnipotente, por eso sucumbe a la tentación de querer ser como dioses. Y ¿que sucede? Se esconde de Dios, rompe su vínculo con Él, incluso rompe la solidaridad con la mujer en primer lugar: “la mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí”. Se rompe el vínculo con la creación: “la serpiente me sedujo y comí”. El hombre queda descentrado, ha perdido el eje de su existencia porque perdió el vinculo con Dios.
Dios no va a soltar al hombre, porque Él es fiel. Y la pregunta que le hace a Adán: ¿Dónde estás? Recorre toda la historia de la salvación, también la nuestra. Cuando uno habla de la historia de la salvación no es el recuerdo de una historia acontecida que quedó en el tiempo, atraviesa mi vida. Nuestra vida está atravesada por la historia de la salvación. El “¿Dónde estas?” Dios me lo pregunta cada mañana cuando me permite abrir los ojos, al tomar conciencia que existo y como la Virgen estamos llamados a decirle a Dios -ya que Ella rompe el miedo que provoca la huida de Adán-: “Aquí estoy, yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu Palabra”. Resumiendo la respuesta de los grandes del Antiguo Testamento y creyentes, la Virgen le dice que aquí esta y puede contar con ella, porque es toda de Dios. Inmaculada en su concepción, es toda de Dios también libremente, porque Dios espera una respuesta libre que rehaga lo deshecho por Adán. Dios no nos lleva de las narices, Él provoca nuestra libertad y espera nuestra respuesta libre. La Virgen es la manifestación de esa fe que busca entender, como enseñan los Santos -San Agustín, San Anselmo- y que buscando le dicen: ¡Si! a Dios.
Quizás la tentación de nuestro tiempo sea querer hacernos un Dios a nuestra medida. Por eso nos cuesta aceptar el proyecto de Dios como Él lo quiere. Es la tentación del hombre de siempre. Hoy aparece fuerte en tantas expresiones del ser humano queriéndose adueñar de todo sin medida, y que termina destruyendo a todos. En el fondo es el juego entre el pecado y la gracia, entre la ciudad del mundo y la ciudad de Dios, en el lenguaje de San Agustín. María está en el corazón de nuestras decisiones, invitándonos a entrar en la resurrección que provoca la Inmaculada diciéndole al Señor: “Yo soy la servidora”, venciendo el miedo y la desconfianza de Adán, empezando el camino del hombre nuevo que ella inaugura convirtiéndose en el Sagrario Inmaculado, donde va a nacer el Hijo de Dios; convirtiéndose -antes que naciera Jesús- en discípula de su Hijo. Es la primera creyente, es la hija de su Hijo -como dice el Dante-; por eso es madre, porque es toda de Dios y toda nuestra. En la relación con Ella, la gente la viste según sus gustos, le pone sus nombres: de los pueblos, de los ríos, de los valles, de las montañas. Toda de Dios sos María, toda nuestra y del Señor.
III
La Fiesta de la Inmaculada es siempre una provocación a la esperanza y a la verdadera libertad que da la fe. Es siempre una invitación a vencer el egoísmo que nos cierra en aras de darse todo a Dios, hasta dar la vida por los hermanos. Si uno lee en la Escritura ese momento donde la Virgen dice: “Yo soy la servidora del Señor”, en la eternidad y en el cielo, Jesús está diciendo: “Padre, vengo para hacer tu voluntad”, así dice la Carta a los Hebreos. He aquí la confianza total en Dios, dejar que Dios haga su proyecto.
En el origen de la crisis del mundo contemporáneo está el querer desplazar a Dios. Nos toca a nosotros, los cristianos, afirmar que sólo Dios es Dios. La Virgen es el testimonio y nos lo entregará en Jesús, nos lo ofrecerá en el pesebre y, definitivamente junto con el Padre, de pie, en el dolor más duro, nos lo ha de dar en la Cruz: “Aquí tienes a tu Hijo” y entonces nos recibe a todos como hijos, nos lo da a Él y nos recibe a nosotros. Todo nace ahí, en la Inmaculada Concepción y, ahí no va entrar el demonio. Por eso es el prototipo de la nueva humanidad, por eso también el signo más elocuente de la mujer. Es una mujer la que empieza la nueva historia, la historia de la verdadera libertad. Es una mujer la que puede vivir siendo toda de Dios, hasta la fecundidad de hacer que Dios se haga hombre y hacerse madre de todos los hombres. Por eso el Papa San Juan Pablo II hablaba del genio femenino, y le pedía que entregue a la humanidad el genio femenino, que es esa capacidad de humanidad que la mujer tiene superando con creces al varón, esa capacidad que le permite ser la madre de todos sus hijos y de cada uno en particular, como si fuera único. Esa capacidad de amor y de vida que, el mundo de hoy, también reclama de la mujer, reclama porque lo necesita en lo profundo, en lo entrañable.
En este día, delante de la Virgen ofrezcamos al Señor, el mundo de hoy tal cual es, el mundo de hoy que marcado por la pandemia espera un tiempo nuevo. Que el Señor nos conceda la gracia de celebrar así, en el corazón nuestro, dentro del corazón de la Virgen para decidir con la libertad de la Virgen, y poder decirle a Dios: “Soy tu servidor”, “Soy tu servidora”. Amén
+ Mario Cargnello
Arzobispo de Salta