19 de marzo – Catedral Basílica de Salta

 IV domingo de Cuaresma

1 Lect. 1 Sam. 16, 1 B. 5b. 7. 10 – 13ª

Sal. 22, 1-6

2.Lect. Ef. 5, 8 – 14

Evang. Juan 9, 1- 41

Mis queridos hermanos:

Transitando la Cuaresma, en este IV Domingo, resplandece el tema de la luz. La Cuaresma es un viaje a lo más profundo de nuestro yo y a lo más profundo de nuestra condición cristiana, porque nos lleva a la renovación del bautismo en la Vigilia Pascual.  Es un viaje de fe, es un viaje que nos lleva a encontrarnos, en lo profundo de nuestro yo, con Dios y poder tener esa experiencia que decía el Cardenal Newman: “Dios y yo”. Se trata de descubrir quién soy, descubriéndolo a Él; descubrir a Dios descubriéndome a mí. Ese viaje supone sumergirnos en las aguas del Bautismo, en las profundidades de donde mana nuestra fue.

I

Después de haberse celebrado el Domingo del Bautismo del Señor y el de las Tentaciones; estos tres domingos -el pasado, éste y el que viene- escuchamos textos del Evangelio de Juan, que son textos profundamente bautismales. El domingo pasado fue el texto del Agua Viva en el diálogo con la samaritana. Hoy, a partir del encuentro de Jesús con este ciego de nacimiento, brilla el tema de la Luz, porque el bautismo es luz, es iluminación. En el origen de la palabra “bautismo” surgen dos significados, el del lavado y el de la Luz, de la iluminación.

La  luz es lo que hace que la vida sea posible y que la vida humana sea humana y libre, porque al conocer uno puede elegir, puede optar, puede descubrir la verdad y puede descubrir el bien. Si esto no sucede, somos pasibles de ser arrastrados a la esclavitud por áquel que nos lleva de las narices.  El bautismo es luz, porque la fe es luz. Un cristiano es un llamado a la libertad. Sería una contradicción pensar la fe cristiana como una fe de sometidos.

II

La luz nos ayuda nosotros a descubrir a Dios. San Pablo VI decía que el llamado a la conversión es muy fuerte en la cuaresma. Es un  llamado a descubrir que Dios existe, que Dios tiene que ver con nuestra vida, que es nuestra plenitud, el que nos salva, el que nos libera y nos hace  hijos y dignos hermanos y solidarios. Podríamos  agregar que también la fe nos da la mirada de Dios. En el texto del Libro de Samuel vemos cómo el profeta va a buscar al sucesor de Saúl, el Rey.  Inspirado por Dios visita a Jesé y  le pide que llame a los hijos.  El papá llama a siete e ignora al más chico pensando en que no puede hacer nada; el mismo Samuel frente al primer hijo piensa que tiene las características parecidas a la de Saúl en su aspecto físico y cree que es el elegido. Pero, Dios no mira como los hombres, porque mira en la profundidad, en lo profundo del corazón humano.  Se trata, pues de tener la mirada de Dios.  

III

En un día como hoy, 19 de marzo, pero de 2023, hace 60 años, Monseñor Roberto José Tavella firmaba el  decreto de creación de la Universidad Católica de Salta y  en este gesto se daba una especie de nuevo bautismo de su vida.  Como el canto del cisne, porque lo deseó desde el comienzo de su servicio pastoral. Él  descubrió que era el servicio que tenía que dejar para Salta. Fue recorriendo el largo camino de su servicio apostólico aquí, durante más de 28 años, hasta que pudo firmar el decreto de creación de la Universidad Católica de Salta. Lo hizo en medio de la enfermedad terminal del cáncer, que lo aquejaba y lo hizo después de hacer un viaje. Inmediatamente de regreso de Roma, vuelve a viajar a Roma para conseguir que nuestra Universidad fuera una universidad independiente de la UCA. Es como el canto del cisne, que muere y cuando muere llega a lo más alto de su canto y de su danza. Es realmente un momento de consumación de la vida para Mons. Tavella, dos meses antes de morir, firma el decreto de creación de la Universidad. Una universidad que podemos leerla a la luz de los textos que acabamos de escuchar.

IV

La Universidad debe sostener algunos diálogos para ser Universidad y para ser católica. Benedicto XVI decía que la apertura al Logos, a la palabra como intérprete de la realidad, es el fundamento de la universidad. Es una apertura a  la Verdad que se da en todos los que forman la universidad, en el espacio universitario.  Se trata de una tensión inagotable hacia esa Verdad que nunca se puede acaparar, sino que nos posee, porque la verdad es Dios, en última instancia. Por  eso una de las actividades de la Universidad es la investigación y, la  investigación supone ese espíritu de superación de los límites.  La misma ciencia puede aparecer como limitando y no dejando que, eso que la razón busca,  lo  siga buscando porque no se agota. La Universidad se abre a la sabiduría, a una apertura que invita a no quedarse, a investigar permanentemente, no sólo en el ámbito de la ciencia específica, sino en el ámbito de la persona humana que busca la verdad. Esto obliga a la universidad a dialogar, en la línea de la profundización de la calidad académica y de la profundización científica y, en esa apertura, a la sabiduría que, generación tras generación de los muchachos y de las chicas que estudian en la Universidad interpela a los docentes, directivos, a todos los universitarios.

Monseñor Tavella amó entrañablemente a Salta y cuando se dio la oportunidad, en la que se conjugaron la voluntad de Don Robustiano Patrón Costas y la suya, pusieron en marcha esta Universidad que celebra sus 60 años de vida.  Tenemos que renovar esa apertura que nos lleva a una mayor fidelidad de la calidad académica y a esa amplitud de la mente del corazón para nunca quedarse. Eso quedó grabado en el: “Nihil Intentatum”, nada sin intentar, siguiendo la expresión de Teilhard de Chardin en su libro “El medio divino”.  Ese lema es una marca para buscar la verdad, para transmitir esa pasión a todos los alumnos, a todos los profesores, a todos los que constituyen la familia universitaria. “Nihil Intentatum” exige buscar la unidad de la persona humana y de la comunidad humana. La sabiduría es una vocación de la universidad y debe marcar la vida y la historia de nuestra universidad, heredando del pasado lo que recogemos como trabajo y servicio de todos los rectores, vicerrectores, secretarios académicos, decanos, todo el personal directivo, docentes, los que constituyeron a lo largo de este tiempo los directorios, el personal que cuida la casa, los administrativos… sobre todo nuestros alumnos.

V

Esto supone también cultivar  y cuidar algo que se torna más difícil hoy y que no debemos descuidar que es el diálogo de los profesores con los alumnos. También nuestros alumnos y nosotros mismos sucumbimos muchas veces a la tentación de encerrarnos, de aislarnos en lo tecnológico.

Algún  profesor, no de nuestra universidad, se quejaba que antes cuando salían de las clases, los alumnos se acercaban a consultar y hoy no;  al terminar las clases los alumnos se van inmediatamente a buscar la tablet o a la computadora o el teléfono para incluso investigar cosas de la materia. Tenemos  que sostener y recuperar si es necesario, el diálogo de los alumnos con el profesor en la búsqueda de la verdad y el bien. Ser una verdadera comunidad universitaria que busca la luz. Y en ese sentido la apertura al diálogo debe nacer de todos, incluso de los profesores, sobre todo porque la verdad, incluso en la investigación, pero sobre todo en la unidad de vida, muchas veces puede aparecer en aquellos que no creemos que puedan dárnosla.  Nos  puede pasar, lo que les pasó a los eruditos en religión, que eran  los fariseos, frente al milagro de Jesús. No  podían aceptar que le hubiera devuelto la vista a un ciego de nacimiento.  Se empieza por negar que haya sido ciego, se continúa por negar que sea la misma persona, consultan a los padres para que le digan y siguen cerrados y el ciego habla desde el sentido común y de la fe en este hombre que lo ha curado. En un momento provoca hasta el enojo y el insulto: “Tú serás discípulo de ese hombre, nosotros somos discípulos de Moisés”, “No sabemos de dónde viene” y ahí le contesta el ciego, el que no veía: “Esto es lo asombroso, no saben de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los  pecadores, pero sí, al que lo honra y cumple su voluntad, nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si este hombre no vendría de Dios no podría hacer nada”, es el sentido común y la fe.

El  ámbito universitario también tiene que ser un ámbito del sentido común donde el sabio, que tiene que ser el docente, sabe descubrir aún en la pregunta, o en la duda, lo profundo de la búsqueda y sabe dialogar. Por eso nos alegramos tanto cuando triunfan nuestros alumnos, cuando los vemos que buscan, investigan en su propia carrera, en su propia profesión… ahí está la búsqueda de la verdad.

VI

Por último, en la universidad  hay que enfrentar en el ambiente que nos rodea el desafío del utilitarismo, decía el Papa Benedicto. Las ciencias se han desarrollado con una profundidad y extensión que no nos imaginábamos, los que somos del vulgo, hace unos años y aún hoy mismo.  Cada día nos asombran descubrimientos nuevos. El riesgo es que se busque sólo lo útil. Se trata de descubrir que la búsqueda de la verdad también tiene que llevar al cultivo de la virtud, porque la verdad está del lado del bien. Esta es tarea del mundo universitario. No nos olvidemos que la universidad hereda de la paideia griega y de la humanitas humana.  

La paideia buscaba la verdad y también la virtud, aún en el mundo pagano de los griegos. Cuando se une con la civilización romana y esta domina políticamente,  Roma abre el mundo de la verdad y de la búsqueda  al mundo entero, no solamente a su propio imperio y su propia raza. La universitas que nace en el ámbito eclesiástico, busca esa verdad que dignifica la persona y que se da en el dialogo de los profesores y los alumnos, en la comunión de los maestros y los alumnos.

Y buscar ese bien y  esa verdad le da a la universidad una libertad que no la puede perder. No se puede poner de rodillas ante el poder económico ni ante el poder político ni ante ningún otro poder que no sea la verdad,  que hace libre y que dignifica, humaniza y hace fraternas a las personas humanas.

VII

Le agradecemos a Dios el haber inspirado a Monseñor Tavella, la existencia de nuestra querida universidad. Le agradecemos la riqueza de su historia que aunque corta es fecunda y desafiante. Le pedimos que todos los que forman el mundo universitario hagamos una universidad como tiene que ser, un faro encendido en el corazón de Salta que por la fuerza de ustedes, que lo siguen intentando, se extienda más allá de nuestra provincia y más allá de nuestra Nación.

Que el Señor nos bendiga.

 + Mario Cargnello

Arzobispo de Salta

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