Nuestra Patria recibe la bendición de una Santa Mujer que nació y se formó en el Noroeste argentino y que su pasión por Jesús la llevaron a recorrerlo a pie llevando su anuncio.
Los Obispos del NOA, tierra de Mama Antula, nos comparten el sentir como Pueblo de Dios que se ve animado con este regalo.
Queridos hermanos y hermanas:
Compartimos con ustedes nuestra profunda alegría por la canonización de la beata María Antonia de Paz y Figueroa, conocida como Mama Antula, la primera santa argentina, hija de nuestra región del NOA. Damos gracias a Dios, el Padre de Jesús, por este regalo a la Iglesia y al Papa Francisco por ofrecernos este modelo de fe y santidad misionera.
Nuestra Mama Antula nació en Silípica, Santiago del Estero, en 1730 y falleció en Buenos Aires en 1799. Su figura de mujer se agiganta en esta hora de la Patria y nos interpela. En ella, Jesús escribió el Evangelio a lo largo de su vida y lo acerca a cada uno de nosotros.
Como fruto de nuestro encuentro de Obispos del NOA, reunidos en Santa María (Catamarca), compartimos algunos de sus rasgos que nos alientan a ser fieles a nuestra vocación bautismal.
- Mama Antula es un testimonio de oración y de vida misionera.
Desde joven se sintió llamada a asumir la espiritualidad jesuítica. Se consagró como laica en el mundo, trabajando al servicio del Evangelio.
Desde sus quince años ayudaba a los jesuitas en la preparación de los Ejercicios Espirituales, colaborando en la organización de éstos. Atendía la alimentación y el cuidado de los ejercitantes.
Cuando los padres de la Compañía de Jesús fueron expulsados del Virreinato del Río de la Plata, se sintió llamada a mantener vivo el servicio de los Ejercicios Espirituales. Organizaba todo: buscando el lugar, la comida, el predicador. Nada la detenía. Impulsada por el Espíritu Santo dejó su Santiago natal y se puso en camino, descalza y de a pie, como San Ignacio de Loyola. Jujuy, Salta, Tucumán, La Rioja, Catamarca y Córdoba la vieron llegar y trabajar para que muchos hombres y mujeres se encontraran con Jesús.
Posteriormente se trasladó a Buenos Aires. Allí, venciendo prejuicios fue organizando los Ejercicios hasta reunir grupos de casi 500 ejercitantes, siempre con el mismo método. La que, en sus comienzos, era considerada una desequilibrada, terminó ganándose el respeto de las autoridades civiles y religiosas, y el cariño de quienes encontraban en Jesucristo el sentido de sus vidas. Cruzó el Río de la Plata hasta Uruguay. Y allí hizo lo mismo.
Dos años después, es llamada a Buenos Aires por el Obispo para continuar la obra evangelizadora, construyendo para tal fin la Santa Casa que aún hoy existe. Siguió hasta el final, acompañada por el grupo de mujeres que continuaron la obra después de su muerte.
Esta disponibilidad de María Antonia a la voluntad de Dios, que se traduce en pasión misionera, fue alimentada por una oración sostenida que la llevaba a ver las dificultades como desafíos y oportunidades. Su testimonio nos cuestiona hoy. También nosotros vivimos un tiempo difícil. ¿Cómo enfrentamos el mismo? ¿Nos domina el desánimo, el “sálvese quien pueda”, el desinterés por los demás? O vemos una oportunidad para vivir con intensidad el estilo de vida de Jesús, que, alimentándose en la voluntad del Padre pasó haciendo el bien (Cf. Hch 10,38). En esta hora en la que la pobreza de tantos hermanos se expande y profundiza, ¿estamos dispuestos a hacernos realmente solidarios con quien nos necesita? ¿nos apremia anunciar la alegría del Evangelio a todos? Mama Antula lo hizo valientemente.
- Mama Antula es un canto a la mujer fuerte.
Cuando aún vivía, Mama Antula, ya era conocida en Europa por su labor apostólica. Cartas escritas por un sacerdote cordobés, fueron el material para hacer conocer la vida y la obra de esta mujer mediante un libro que se tituló: “Elogio de la mujer fuerte”. Ella perseveró esperando contra toda esperanza (Cfr. Rom 4,18).
Su figura nos invita a reconocer y agradecer a tantas mujeres de nuestras diócesis, parroquias, ciudades y pueblos que testimonian su amor a Cristo y a su Evangelio en la catequesis, en las tareas de servicio en las Cáritas, en comedores comunitarios, en la atención parroquial, en iniciativas evangelizadoras, en sus familias, con sus esposos y sus hijos y que sostienen el tejido social de nuestra Patria. En esta hora es bueno mirarnos en Mama Antula y en tantas mujeres que hoy siguen dando un sí generoso y, muchas veces, heroico a la vida. Su figura se agiganta invitándonos a desarrollar en cada uno de nosotros la imaginación de la caridad que no se achica ante las dificultades. ¡No nos quedemos de brazos cruzados! ¡El que más recibió tiene más responsabilidad! ¡No nos cansemos de hacer el bien!
- Mama Antula es un modelo y un estímulo para nuestro camino.
La fuente y el alimento de su santidad fue su amor apasionado a Jesucristo. La imagen del Niño Jesús, su “Manuelito”, que la acompañó a lo largo de todo su peregrinar por la Argentina, retrata su vínculo de amistad con Él. De allí su compromiso por crear espacios para el encuentro de cada hermano con el Señor “que conoce lo que hay en el corazón del hombre” (Cfr. 1Cor 2,11).
Ese amor se hizo camino, como el de la Iglesia a lo largo de la historia. Un camino junto a sus hermanas beatas, a los sacerdotes y obispos que la acompañaron. Un camino que se une al nuestro en la búsqueda del Señor y de los hermanos, mostrándoles la belleza transformadora del Evangelio. Por eso, Mama Antula nos impulsa a los pastores, obispos, sacerdotes y diáconos, religiosos y religiosas y a todos los agentes de pastoral, en especial a nuestros queridos catequistas, a renovar nuestro compromiso con el anuncio del Evangelio, en una Iglesia sinodal y misionera, “para que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4), de esa verdad que, al hacernos libres y solidarios, devuelve la dignidad a todo hombre y mujer que habita nuestro mundo.
Los confiamos a todos a la protección de Nuestra Madre, la Virgen que, en sus diversas advocaciones, nos acompaña.
Que la bendición del Señor renueve nuestra esperanza, la virtud de los tiempos difíciles, que se fortalece con el don de la santidad de Mama Antula.
Los Obispos del Noroeste Argentino
Santa María, Prelatura de Cafayate, 8 de febrero de 2024.