Este domingo celebramos la Fiesta de la Santísima Trinidad en el Santuario del Señor de Sumalao. La Santa Misa y Procesión estuvo presidida por Mons. Mario Cargnello, arzobispo de Salta.
Aquí le ofrecemos la homilía completa:
FIESTA DE LA SANTISIMA TRINIDAD
Santuario en honor al Señor de Sumalao
Queridos hermanos:
También en este año, Dios nos da la gracia y la alegría de poder celebrar juntos nuestra fe aquí, en el Santuario del Señor de Sumalao.
Desde sus orígenes, este ha sido un lugar de encuentro. El Señor se ha quedado en este cuadro, en esta imagen que nos habla de un amor llevado a la entrega total en la Cruz. La gente que, al comienzo venía por cuestiones comerciales como el intercambio de la plata y el oro del Potosí, tejidos de Lima y animales de carga o alimento desde nuestras pampas para los que trabajaban en las Minas del Potosí. Acá, el movimiento de la gente se va convirtiendo poco a poco, en torno a la imagen del Señor del Sumalao, en un encuentro asentado en el amor a Dios. La gente va descubriendo que Dios está cerca. ¡tan cerca como el Señor Jesús nos cuenta que está cerca el Padre!.
Este es un lugar en el que nosotros percibimos que Dios está cerca de nosotros y nos acompaña. Nuestra vida, nuestros sufrimientos, nuestras alegrías, nuestros fracasos y logros le importan a Dios. Él no es indiferente a lo que nos pasa y a lo que somos, por eso venimos acá. ¿Cómo explicar que un lugar distante y en medio del campo se convierta en estos días en un lugar de reunión, que nos atrae y que saca de nosotros lo mejor? ¿Cómo, sino desde Dios, vemos que nace el deseo de superarnos, de pedir perdón, de empezar de nuevo, de arreglar problemas y vínculos entre nosotros, el deseo de pedir los unos por los otros?
Sumalao es un lugar donde Cristo espera, quiere hablarnos y nos lleva en su Corazón y Él nos dice: “Acá vives el amor que te tiene el Padre, que te tengo yo y te abrazamos con el Espíritu Santo. Acá puedes encontrar un nuevo comienzo, como lo es el Bautismo. Acá es un lugar donde encuentras el agua viva de la que hablaba Nicodemo, según narra el Evangelio de Juan. Acá te puedes sentir hijo y por eso te tienes que sentir hermano de los demás. Acá, llegas caminando, sea con tus pies, sea con tu corazón. Acá sientes alguien que va peregrinando y sabe que ese andar tiene sus riesgos pero vienes, porque la fe te da la fuerza, te da un sentido, te impulsa hacia adelante, no te deja quedarte hurgando en tu pecado o tu miseria, porque de parte del Padre el amor no falla. Y si te pones en camino, tratas de levantarte, el mismo Dios te levanta y te permite volver a empezar”.
Sumalao, siendo un lugar de encuentro con Dios y con los hermanos, se convierte en un lugar de un nuevo comienzo, de la esperanza que se renueva.
Hoy es el día del Padre, mirando al Padre Dios, fuente de toda paternidad, saludamos a los papás, a los que toman en serio a la paternidad y cuidan a sus hijos, a nuestros padres, algunos ya están en el cielo. También queremos pedir por los padres que tienen miedo de asumir la responsabilidad de la paternidad, que puedan mirar de frente el rostro de Jesús y, por lo menos, que puedan pedir por sus hijos, que afronten esta paternidad, que el Señor les dé fuerza para no enfrentar con cobardía sus responsabilidad, sino que tengan la valentía y las ganas de asumir con amor y respeto a los hijos.
Queremos pedir por los hijos que no tienen padre. Pedimos por los hijos que buscan a sus padres. Queremos pedir por padres que buscan a sus hijos y, que a veces, no los pueden encontrar. Queremos pedir para que la familia se reconstituya en el amor, porque la familia es un reflejo del Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Si este es el lugar de la esperanza ¡cómo no esperar que algo puede cambiar en nuestras vidas para mejor!
Sumalao es lugar de encuentro y de esperanza, pero también es un lugar de un nuevo comienzo y compromiso con la familia, con la Patria. Debo comprometerme como ciudadano cristiano para darle lo mejor, de tal manera que, agradecidos por tantos dones que le ha regalado a la República Argentina, nos sintamos responsables de poner lo mejor de nosotros mismos en el trabajo, en la familia. ¡Que nadie sea mezquino a la hora de comprometernos con nuestra Nación!
Este es un lugar donde Dios quiere encontrarse con nosotros. El Dios que nos ama, renueva nuestra esperanza y nos hace volver a empezar. ¡Cómo no sentir la alegría que Dios me envuelve con su amor! Somos bautizados en el hombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Ese es el Dios que celebramos este domingo de la Santísima Trinidad, ese Dios que es Padre y nos hace familia, ese Dios que no nos abandona, que nos acompaña y atrae para que podamos reunirnos como familia en el cielo, pero también quiere reunirnos acá, por eso nos hace miembros de su Iglesia. ¡Cómo no alegrarnos de saber que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo!
Por eso, en el Credo profesamos: Creo que Dios Padre, creo que Jesucristo, creo en el Espíritu Santo… esa es nuestra fe. Que podamos, después de la procesión, volver a casa animados porque nuestra vida terminará en el abrazo con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Porque aunque estemos cansados y nos sintamos pecadores sabemos que lo primero es que Dios es mi padre, Jesús es mi hermano y el Espíritu Santo es la fuerza que me impulsa y que eso nos lleva a anunciarlo. Un cristiano tiene que ser un misionero.
¿Cómo ser misionero? Tratando de ser buenos cristianos y ser alegres, procurando vivir como hijos. Un hijo se siente seguro en la casa porque sabe que nadie lo va a echar, por eso, aunque haga macanas sabe que el papá o la mamá lo van a recibir. ¡El cristiano es así! El Santuario de Sumalao es un lugar que nos hace sentir seguros, porque somos hijos.
Volvamos alegres, anunciando que somos hijos. Seamos misioneros porque somos cristianos, porque la Iglesia tiene que ser misionera. ¡Ánimo pues! Celebremos con mucho entusiasmo porque el Señor de Sumalao es la carta que Dios me muestra y me dice: “¡Así te quiero yo, dando la vida como Jesús, yo te lo entregué, no lo tires, no lo desprecies, sé un digno hermano de Jesús!”. Celebremos con la alegría de ser hermanos de Jesús.
+ Mons. Mario Cargnello
Arzobispo de Salta