Catedral Basílica de Salta, 15 de agosto de 2020
Homilía
Queridos hermanos:
En sus designios la Divina Providencia ha querido que comencemos este tiempo del Milagro celebrando la Asunción de Nuestra Señora, la Virgen María, al cielo.
I
La liturgia nos proclama como Primera Lectura un texto del Apocalipsis: “Se abrió el templo de Dios que está en el cielo y quedó a la vista el Arca de la Alianza”. El Arca de la Alianza es el signo de la presencia de Dios en medio de nosotros. El Arca de la Alianza es María porque ella llevó en su seno al Dios con nosotros y es el Arca de la Alianza porque siempre nos trae a Jesús. Ella, en el corazón de la Iglesia y con la Iglesia hacer nacer a Jesús a lo largo del tiempo en los corazones que se abren a su presencia, que se dejan transformar por Jesús. Ella es el Arca de la Alianza y es también la mujer revestida de sol, con la Luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas que grita de dolor en ese parto que atraviesa la historia, que la tiene a Ella con la Iglesia como protagonistas y que va haciendo nacer a Jesús en cada tiempo, en los distintos lugares y en cada uno de nuestros corazones. Ella es la que trae la salvación.
Desde el corazón del Arca de la Alianza que es la Santísima Virgen, queremos iniciar estos treinta días del Milagro que culminarán, Dios mediante, celebrando el Pacto con el Señor del Milagro.
Los treinta días son una invitación a salir de nosotros mismos, a recorrer el éxodo con el Pueblo de Dios que atraviesa la historia, como la Virgen que partió presurosa para visitar a Santa Isabel. Ese salir ha de ser la actitud que nos acompañará a lo largo de estos días.
La celebración de la Asunción nos da pie para pensar ¿Cómo salimos? ¿Cómo vamos hacia la novedad de “la vida para siempre” que nos trae y a la que nos invita el Señor con su Madre? Nosotros estamos acostumbrados a ver las imágenes de la Asunción contemplando a la Virgen sola, llevada por los ángeles, como por ejemplo en el cuadro al costado del presbiterio de nuestra Catedral que acompaña el Altar. Pero, antiguamente no era así, ya que los iconos más antiguos y de la Edad Media que pintaban el Misterio de la Asunción mostraban a la Virgen muerta o dormida, rodeada por los Apóstoles y formaba parte de la escena un Jesús Glorioso que tenía a la Virgen como una niña en su seno. Ella nacía a una vida nueva, resucitaba, era asunta al cielo. Y la piedad cristiana reflejaba ese renacer de María siendo llevada por Jesús, como Jesús había sido llevado por María, en su seno en la Encarnación, en sus brazos en su Nacimiento y al pie de la Cruz, cuando María en nombre de toda la Iglesia recibe el cadáver de su Hijo. Ahora es Él quien la hace nacer. Los invito a que juntos entremos en ese movimiento de renacer, dejándonos abrazar también por el seno de Nuestra Señora y agradeciendo a nuestras madres quienes nos tuvieron en su seno y nos hicieron nacer. ¿Qué une este movimiento magnifico de la Madre que gesta, abraza, educa, cría, contiene a su Hijo con el Hijo que hace renacer a su Madre y la incorpora a la madurez misma del Padre en la Asunción? Es el amor el que une, el amor del mismo Padre que encarnado en Jesús abraza a su Madre y nos abraza a todos.
El éxodo de esta Fiesta del Milagro que celebramos en el momento más difícil de la pandemia para Salta y para todo nuestro país. Queremos vivir este Milagro naciendo de nuevo, enfrentando los tres desafíos que se nos presentan en este año: “Somos tuyos, somos de María, somos hermanos”.
II
¡Somos tuyos! No podemos venir como quisiéramos ante tus plantas. Esperamos normalizar un poco la situación para poder, por lo menos, tomando la distancia que los protocolos establecen y las medidas que se nos indican, por lo menos mirarlos y saludarlos. Pero es una gran oportunidad para volver a poner a Cristo en el centro de la vida personal, de la vida familiar y de la vida social. Es una oportunidad para escuchar su Palabra y asentar la vida en el proyecto de Dios que se manifiesta en esa Palabra, en la Ley del Señor. Debemos redescubrir que sólo somos hombres y no superhéroes y mucho menos dioses. Debemos advertir que nos necesitamos los unos a los otros y que necesitamos al Señor y es Él quien tiene que estar en el centro de nuestros corazones, en el comienzo de nuestros proyectos y en el fin de nuestra tareas, porque Él es el principio y el fin, el Alfa y la Omega, Él es el centro de la historia, como le decimos en la oración que culmina la Entronización del Señor, retomando las expresiones del Papa San Pablo VI.
Salir de, vivir el éxodo desde una cultura egoísta, destructiva e irrespetuosa de la dignidad y caminar hacia otra cultura, a la cultura de la Bienaventuranzas, a la cultura de los hijos de Dios que se hacen cargo gozosamente del proyecto del Padre, que es capaz de hacer nacer y renacer a la Madre de su Hijo y llevarla a la plenitud del cielo.
¡Somos tuyos! Cada uno de nosotros sabe cuál es el punto de partida del propio corazón. Que el Señor nos dé la luz para descubrir el punto de llegada y la fuerza para recorrer el camino.
III
¡Somos de María! El estilo de vida de María, que tanto el Papa San Juan Pablo II y como Benedicto nos presentaron como un estilo eucarístico, está marcado por lo que dice el Evangelio de hoy: “Partió y fue sin demora”. Se caracteriza por esa prontitud para estar atenta a la necesidad del otro, por esa capacidad para ser toda nuestra porque fue toda de Dios, siempre. El estilo de vida de María está caracterizado por su capacidad para llevar la alegría porque lo lleva a Jesús. Isabel dice: “El niño saltó de alegría en mi seno cuando escuché tu saludo”. Está caracterizado por una fe inamovible en el corazón del Padre a quien reconoce como su Dios y Salvador, capaz de hacer grandes cosas en Ella, que es tan pequeña y por eso es tan grande.
El Año Mariano debiera ser para nuestras comunidades eclesiales -más allá que no pudimos celebrar en los eventos programados- la oportunidad para entrar en el corazón mismo de la Santísima Virgen y desde ahí aprender de su estilo, que es el estilo de Jesús: generoso en el ponerse en marcha, en la capacidad de llevar la alegría, en la certeza de que camina a la luz del Señor.
¡Señora, como llevaste a Jesús en tu seno y en tus brazos cuando era niño y cuando ya estaba muerto, como anticipando su Resurrección, llévanos a nosotros!. Muchos de nosotros estamos muertos en muchos aspectos de la vida, recíbenos con el mismo amor con el que recibiste a Jesús y permítenos vivir esta Fiesta. Estás en el corazón, no sólo de los de Salta sino de todo el país en el Año Mariano. Ayúdanos a renacer también nosotros y anticipar un pasito siquiera, avanzando hacia lo que tú eres: ¡Mujer totalmente nueva junto a Cristo en el Espíritu y ante el Padre!
IV
¡Somos hermanos! La grieta que nos duele no es un problema político, es un problema ético, es un problema moral. Sólo enfrentando nuestro propio corazón, cerrado, orgulloso, obcecado, estúpido, podemos advertir que es necesario salir de esa cerrazón y romper puertas y abrirnos a los hermanos.
“Estamos en una misma barca y nos necesitamos los unos a los otros” ha dicho el Papa Francisco quien insiste permanentemente en esta verdad. En la última catequesis nos ha invitado a cultivar un corazón generoso con los hermanos. Vencer un corazón cerrado y egoísta, que disimula su egoísmo en opiniones e ideologías, es una cuestión ética porque se juega nuestra propia verdad de seres humanos, de cristianos, de ciudadanos. Nadie puede creerse dueño de los demás, menos de los más pobres. Ningún partido político, ninguna facción ideológica, puede creerse dueño de un pobre. Al pobre lo protege y lo cuida Dios ¿Significa que yo me he de desentender del pobre? ¡De ninguna manera! ¡Todo lo contrario! Pero debo tratar a mi hermano pobre con respeto, con profundo sentido de fraternidad, con capacidad de respetar en él el proyecto de Dios, no mi pretensión de instrumentalizarlo para que sea lo que yo quiera, para que me dé un voto o me acompañe cuando a mí me interesa o para que me sirva para imponerme al otro.
Tengo que ayudar a mi hermano, de cualquier pobreza, ya sea material o espiritual, psicológica o cultural, lo tengo que ayudar con profundo respeto golpeando la puerta de su corazón, casi en puntas de pie. Entonces sí podremos ir transformando la sociedad.
¡Somos tuyos Jesús, somos tuyos María, somos hermanos! Ojalá el avanzar de estos treinta días nos permita dar un pasito más hacia el Señor, hacia el cielo, hacia la plenitud de la vida humana para que junto al Arca de la Alianza renovemos la alianza, el Pacto de Fidelidad.
+ Mario Cargnello
Arzobispo de Salta
Doy Gracias a Dios Nuestro Señor por habernos permitido, durante estos últimos 10 años, el habernos permitido poder participar en tan emotivo momento. Tuve sabes, Padre Amado, las situaciones personales que ahora vivo, y el profundo dolor que ellas me provocan, pero creo en ti y en tu providencia. Danos vivir según su designio y aceptar siempre Tu Voluntad.
María ARCA del Cielo. Para reflexionar y buscar el RENACER que el Señor espera de nosotros.