Misa Estacional

Homilía

           Dice un poeta: “Las palabras ya ves jamás alcanzan si lo que hay que decir desborda el alma”.  Eso es lo que seguramente experimentamos muchos el día de hoy.  Quienes hemos podido tener la gracia de venir caminando desde lejos, en mi caso desde San Antonio de los Cobres – 178 km.-  acompañando a nuestro pueblo sencillo, acompañando a nuestro pueblo con esa fe profunda.  No podemos describir con palabras lo que nos pasa, no podemos describir lo que hay en el corazón y por eso, cuando le acepte al Arzobispo de Salta, Mario la posibilidad de tener esta homilía, creo “Que me metí en una camisa de once varas” como dice el dicho, porque cuesta mucho poner en palabras lo que se siente.

            En la 2° lectura, San Pablo nos dice que el mensaje de la Cruz es una locura, pero que para nosotros es fuerza y sabiduría de Dios y, por eso estamos acá, porque en la Cruz del Señor del Milagro encontramos fuerza para seguir en el camino de la vida, porque al lado de nuestro pueblo sencillo reconocemos que todos somos frágiles, reconocemos que nadie puede solo, reconocemos nuestra vulnerabilidad y la necesidad que tenemos del Señor del Milagro. Por eso, para nosotros no es una locura su Cruz, para nosotros es fuerza y sabiduría. Es una sabiduría que no se aprende en las universidades, que no se tiene en los centros económicos y políticos, sino una sabiduría de saber vivir… y sea sabiduría la tiene nuestra gente más sencilla. Yo en estos días, puedo decir, que está en nuestra gente de la Puna, como seguramente muchos de ustedes conocen, esa sabiduría propia del pueblo sencillo.

El Señor nos dice en la 1° Lectura, pone su mirada sobre nosotros.  Hoy a la mañana, como justamente estoy muy emocionado, dormí poco ya que mi ventana daba a la Catedral, así que durante la noche tuve doce misas y me desperté temprano, bajé el templo y me impresionaba ver a muchos de ustedes, mirando la imagen del Señor y la Virgen del Milagro. Había una comunión de miradas en un profundo silencio. Se hacía carne  lo que  decía la 1° Lectura: “Que el Señor pone su mirada sobre nosotros” y nos queremos dejar mirar por su mirada de misericordia, que cura las heridas del alma, como tantos servidores curaron nuestros pies durante la peregrinación de estos días.  Nos queremos dejar mirar por su mirada brillosa, como la de todos que llegamos a tus pies, emocionados hasta las lágrimas, porque llorar nos hace bien, porque fabricamos lágrimas  y limpiamos la mirada y así, miramos el futuro con mayor esperanza y vemos un horizonte para salir adelante como argentinos. Nos queremos dejar mirar por su mirada comprometida, como la de tantos que durante el camino en estos días de peregrinación nos animaron  y nos sostuvieron; por eso me permito decir,  que ya se está renovando el Pacto de Fidelidad, que ya se viene renovando en estos días porque experimentamos  fuertemente la mirada del Señor que nos anima a seguirlo. Aprendimos en estos días que el Pacto de Fidelidad es también un pacto de fraternidad, es un pacto de hermandad, que necesita nuestra Argentina y, por eso, así como en el 2020 teníamos que tener cuidado de no contagiarnos de COVID 19, me permito aquí pedir al pueblo salteño que ahora si necesitamos contagiarnos de su fe, necesitamos contagiarnos de su sabiduría de  pueblo sencillo. Por favor  contágiennos a los argentinos esa fe que ustedes viven naturalmente.  La necesitamos mucho.

Alguna otra enseñanza más que hemos aprendido en estos días de peregrinación:  cuando ya los pies no dan más, cuando hay ampollas, cuando duele espalda y la cintura, cuando llegan esos momentos que uno dice: “¿Qué hago acá?” “¿Cómo se me ocurrió venir?” la gente que está en las márgenes de los caminos empiezan a darnos una mano: la botella de agua, las facturas, los caramelos, los juguitos congelados y todos animándonos a seguir. Los que nos saludaban de arriba de los puentes o arriba de los cerros. Eran desde los márgenes del camino, desde la banquina donde los descubríamos y nos contagiaban la fuerza, por eso, creo que es una enseñanza para nuestra Argentina, que desde las márgenes de nuestra patria -y lo digo solo en el sentido geográfico-, nos ayudemos.

Por favor, desde las márgenes de la Patria, desde la Argentina profunda ayudemos a que Argentina se ponga de pie.  Fueron los que estaban al borde del camino los que animaban, los que nos sostenían para seguir adelante. Y así, como en el camino teníamos  heridos los pies, a mí no me gusta hablar de grietas, las grietas tienen las paredes o los pisos, lo nuestro es una herida que nos duele profundamente en las entrañas de la Patria, pero al mismo tiempo la herida da esperanza  de que cicatrice y por eso creo que entre todos podemos curar la Patria y para eso aprendo de la peregrinación, que los que están al borde son los que nos ayudaron a curar y  seguir. Por eso, desde las márgenes de la patria, ayúdennos a curar la herida.

¡Cuánto para aprender del pueblo sencillo!. San Pablo se pregunta ¿dónde está el sabio? ¿dónde esta el hombre culto? Y me permito decirle a San Pablo que está acá, está en Salta, nosotros lo conocimos y lo vimos.  Yo le voy a poner nombre, en una persona de carne y hueso porque la conocí, aquí está el hombre culto y sabio: se llama Damiana. El lunes nos dio la bienvenida  en San Antonio de los Cobres al Padre Gustavo y a mí que veníamos de Buenos Aires. Verla caminar estos días y ver la fe que tiene esa mujer dije San Pablo ¿dónde está el sabio y el culto? Vive en Salta, vive en la Puna profunda.

Testimonio de Damiana: “Buenos días al público, hermanos peregrinos. Capaz que me conocen mucho, yo no les conozco mucho, discúlpenme.  Yo soy un triste peregrino que estoy caminando año tras año, por eso es que muchos hermanos me conocen y muchos que no. Pero la mayoría de los que me conocen no sé si es por mi voz o por mi mala parada  o por mi triste opinación, pero yo soy una agradecida en todo momento y  en todos los años que caminé. Inicie esta peregrinación con pocos hermanos y en ese momento, mis primeros pensamientos era el ser agradecidos, únicamente. Agradecer por iniciar con poquitos hermanos y luego se siguió; agradeciendo y recordando a esos buenos hermanos que iniciaron y dejaron  esos buenos recuerdos como una semillita y esa semillita creció y creció. No hay mal año para esa semilla que dejaron esos hermanos.  Esto lo recuerdo de corazón porque gracias a ellos, hasta hoy estoy presente con multitud de hermanos, familiares que vienen de distintos parajes, de distintas provincias. Pero yo soy agradecida, no me queda nada más que agradecerles. Agradecerles primero, el punto espiritual, como ser a nuestro Santo Papa, al Obispo, Sacerdotes, Diáconos, Madres Misioneras, animadores de oración, animadores de grupo, cuántas cosas en la parte espiritual que hay que agradecer.  Yo les traigo este pensamiento, no sé si pienso bien o mal, sólo sabe Dios Padre que está allá. Mi único pensamiento es ser agradecidos con el Señor y la Virgen del Milagro que me están permitiendo estar llegando a los 24 años de caminata. Ahora se me van muchas cosas por la edad, porque ya voy cerca de los 80, muchos puntos se me van, pero todavía tengo el ánimo de ponerme al frente de miles de hermanos. Eso yo no tengo problema de ponerme al frente porque todos somos hijos de Dios , hijos de un solo Padre y de una sola Madre y ahora estamos con ellos. Cada año ellos me están atrayendo. Monseñor Padre Bernacki me conoció en aquellos años, cuando yo no podía caminar y decía que este año no voy porque ya no puedo, pero me trajo el Señor y la Virgen y en el camino nos conocimos por la gracia de Dios con el hermano Bernacki y él me trajo de la mano como ustedes habrán visto en la procesión que me saca del fondo. Ese ha sido el último remedio, la triste parada la tengo.  Esa es mi fe, ese es el amor que yo le tengo a Dios Padre que nos ha enviado al Señor Jesús y que ahora lo vemos en el Cristo Crucificado, nuestro Salvador y a nuestra Madre, la Virgen María. Por eso soy una agradecida desde el punto espiritual.  Después en lo material y en muchas cosas comunes. Muchas palabras más no tengo más que ser agradecida. Que el Señor y la Virgen del Milagro los bendiga y bendiga todo. Buenos días y muchas gracias por darme este pequeño espacio”

Una de las palabras que más repitió Damiana es ser agradecidos, quizás allí está la clave, aprender a ver el vaso lleno, ser  capaces de agradecer, no ser más profetas de calamidades y de malas noticias sino ser capaces de mirar la parte positiva de la vida. Ese es nuestro pueblo sencillo, ahí tenemos mucho que aprender y para aprender tenemos que estar al lado de nuestro pueblo y de nuestra gente.

“Nosotros somos tuyos y tú eres nuestro”.  Durante los días de la peregrinación veníamos cantando y nos animábamos saltar, diciendo más o menos lo mismo: “Yo necesito de ti, tú necesitas de mí, nosotros necesitamos de Cristo”.

 Señor del Milagro te pedimos que nos regales la valentía de decir: “Yo necesito de ti, no puedo solo, tu necesitas de mi porque somos hermanos y nos buscamos, y juntos como argentinos necesitamos de Cristo hasta el fin. Amén.

Al finalizar la Misa:

Una vez más, profundamente agradecidos con el Señor y la Virgen del Milagro. Agradecidos con mi hermano Mario y la Iglesia de Salta.  Con estas tres ideas, si me preguntan ¿Qué aprendiste de la peregrinación?  Primero, que no podemos nada solos, nos necesitamos, todos estamos heridos y necesitamos que nos ayuden a curarnos.

¿De dónde viene la cura? De las márgenes, de las “periferias existenciales” como dice el Papa Francisco, de las “Damianas” de la vida, de ese pueblo, de esa Argentina profunda que tiene tanto para enseñarnos a los que nos decimos académicos, universitarios, cultos y así dejamos el país entre todos.

En tercer lugar, la capacidad de fiesta y de alegría, porque como hay corazones agradecidos como decía Damiana, siempre  hay motivos para la alegría y la fiesta y no para quedarnos  en la queja constante.

Gracias al Señor del Milagro.

¡Viva el Señor del Milagro!

¡Viva la Virgen del Milagro!

Que Dios los bendiga a todos, que Dios nos anime en la esperanza de renovar una vez más nuestro compromiso de fidelidad.

+ Jorge Ignacio García Cuerva

Arzobispo de Buenos Aires

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