MIÉRCOLES DE CENIZAS
2 de marzo de 2022 – Catedral Basílica de Salta
Homilía
Iniciamos el tiempo cuaresmal. Damos gracias al Señor que llama a nuestros corazones; por eso nos sentimos invitamos por Él y estamos reunidos para celebrar la Eucaristía y recibir también las cenizas, que es el gesto propio de este día.
Las cenizas tienen mucho que ver con la limpieza y con el renacer. Las cenizas son cenizas de los olivos que fueron bendecidos el pasado Domingo de Ramos del año 2021 y nos preparan para renacer en la Pascua. Son gestos que nos invitan a descubrir que en la vida Dios siempre nos da la oportunidad de ser de verdad Hijos de Dios porque el Padre, que es rico en Misericordia, está dispuesto a perdonarnos.
En este año, la Cuaresma se inaugura con una fuerte invitación del Papa a tomar conciencia de que somos ciudadanos del mundo. Hoy nos pide, especialmente, a todos los cristianos, que vivamos esta jornada ofreciéndola por la paz del mundo y, en particular, por la pronta resolución del conflicto que va cobrando muchas vidas entre Rusia y Ucrania. Se trata de un conflicto que puede ser el comienzo de una guerra mucho más grande, y por lo tanto tiene al mundo en vilo.
¿Qué puede hacer el cristiano? Primero, tomar conciencia de que somos ciudadanos del mundo, que lo que le pasa al otro me pasa a mí, que lo que me pasa a mí le pasa al otro. Tengo que hacerme cargo del sufrimiento de los demás y también de sus alegrías. Hoy el mundo tiene el temor de una guerra, siente el dolor por la guerra, siente el dolor por un pueblo invadido y siente miedo de que esto se expanda. A nosotros, también nos toca de cerca, porque hay gente de la comunidad ucraniana entre nosotros. Hemos tenido las religiosas que atendieron la Casa de Retiros San Juan XXIII, y hay ucranianos que ya son parte de nuestra sociedad. Además, desde que se creó la Orquesta Sinfónica de Salta vinieron hermanos rusos que se han insertado en nuestra sociedad.
Es bueno darnos cuenta que podemos ser solidarios si sabemos ofrecer nuestra oración, nuestro ayuno, nuestro sacrificio por la paz; entenderemos mejor lo que significa el Miércoles de Cenizas y la Cuaresma, y viviremos este tiempo como una invitación al ayuno, a la oración y a la caridad, en una dimensión profunda que no se agota en un rito sino que me compromete a ser un ciudadano responsable. Terminemos con el carnaval, tenemos que tomar en serio nuestra responsabilidad frente al mundo.
El Papa ha propuesto un mensaje para este día, mensaje que nos viene entregando desde hace ya varios años; lo ilumina un texto de la Carta a los Gálatas «No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos» (Ga 6,9-10a)
Este tiempo de Cuaresma es una invitación permanente a convertirnos para cambiar nuestra mentalidad, a descubrir que lo bello de la vida no radica en el poseer sino en el dar, no en el acumular sino en sembrar el bien y saber compartir, descubrir el gozo de hacer el bien, eso que se siente en lo profundo del alma cuando podemos hacer el bien.
Estamos llamados a recibir la Palabra de Dios, de modo particular, en el tiempo de Cuaresma. Es una llamada que nos invita a colaborar con Dios haciendo el bien. Tenemos que sembrar haciendo el bien y creer que el bien que sembramos tiene consecuencias que nosotros no medimos; lo sabremos en la eternidad cuando estemos en el cielo. No queda sin fruto el bien que nosotros hacemos, un bien que empieza en nosotros mismos, en nuestro corazón y se cultiva sobre todo en nuestras relaciones: en las familias, con los padres, con los esposos, con los hijos, con los hermanos. Una vida que hace el bien es una vida que tiene luz, es una vida luminosa y estamos llamados a creer en eso y empezar la Cuaresma dispuestos a ésto y a pedirle al Señor la gracia de poder sembrar el bien a nuestro alrededor, el que podamos, todos los días. Por más pequeños que nos parezcan los gestos de hacer el bien, van transformando la sociedad: saludar, ser amables, perdonar, disimular algo que nos molesta procurando el bien; eso hace bien a los demás y es nuestra tarea. No nos cansemos de hacer el bien.
Muchas veces uno se cansa porque piensa que lo que hace no es valorado, no es correspondido, pero nosotros tenemos que aprender a mirar la vida bajo la especie de la eternidad. Decía San Luis Gonzaga: “¿De que me vale esto que estoy haciendo para la eternidad?” Nosotros esperamos encontrarnos con el Señor y el tiempo de Cuaresma renueva nuestra esperanza. Nosotros, por la fe, estamos convencidos que el final de nuestra existencia no es la lápida que pondrán sobre nuestro cadáver o tapando el nicho; el final de nuestra existencia es el abrazo del Padre; cuando uno afirma esto, la vida adquiere otro color.
Por eso afirma la Palabra de Dios que los que esperan en el Señor “renuevan sus fuerzas, vuelan como las águilas, corren y no se fatigan, caminan y no se cansan”. Fijemos la mirada en Jesús. Ha sido expuesto el crucifijo al costado del altar, invitándonos a fijar la mirada en Él. Nosotros, en nuestra Arquidiócesis, fijamos la mirada en el Señor del Milagro. Muchas veces nosotros tenemos la mirada puesta en el éxito, en el aparecer, en el tener. Se nos invita a fijar la mirada en Jesús y, mirando a Jesús, el Papa no invita a no cansarnos de rezar.
El tiempo de Cuaresma es una invitación fuerte a rezar, en medio de las alegrías y dificultades de la vida. Cuaresma es un tiempo en el cual estamos llamados a dar un poco más de tiempo a la Palabra de Dios, a la escucha. Mucha gente lee el texto de la Misa si no puede venir a la celebración, hay gente que dedica más tiempo a la oración. No nos cansemos de rezar, pensemos en la gente que lo necesita, en los pueblos en guerra y, en particular, en la zona de Ucrania.
Segundo, no nos cansemos de tratar de sacar el mal de nuestra vida. Por eso, el ayuno, nos va dando fuerzas para poder enfrentar el mal. Hay que recuperar en la vida la conciencia de lo valioso que es el sacramento de la Reconciliación o Confesión, que no es solamente una especie de raconto de nuestros pecados para decirle al sacerdote; es un encuentro con el Señor, en el cual Él nos abre su corazón lleno de misericordia para levantarnos y para lanzarnos siembre hacia el futuro con nuevas fuerzas, que nos permitan desplegar las alas, como decía el texto de Isaías. Luchar contra el mal, confesándonos.
Hay que luchar contra nuestras debilidades, hay que ponerles nombre a nuestro egoísmo, a esas cosas que nos hunden en el pecado, a nuestras adicciones a la televisión o a la pornografía y no nos dejan levantar la cabeza. A nuestras adicciones que nos hacen encerrarnos en nosotros y no ver la necesidad de los otros; al buscar comodidades, al no cuidar a los hijos, a la pereza que no nos permite superarnos, al egoísmo que nos hace caprichosos. A luchar, no bajar los brazos.
El Papa nos dice que hay que tratar de vencer la adicción de mirar el celular que no nos deja hablar con el del frente. Es un vicio de nuestra época que hay que tratar de vencer.
Luego, positivamente, si luchamos confesándonos, tratando de vencer nuestros vicios, también tenemos que tratar de no cansarnos de ser caritativos con los demás. Si este es el tiempo para hacer el bien, hagámoslo sobre todo con los que están cerca de nosotros; la Cuaresma nos invita a esto.
Estoy siguiendo el mensaje del Papa, es él quien nos invita a esto, poniéndolo en el horizonte de nuestra ciudadanía universal, haciéndonos cargo de la falta de paz, del sufrimiento, de las muertes, de las destrucciones de familias que la guerra está provocando. ¡Cristianos tenemos que hacernos cargos y rezar por la paz!
El gesto que vamos hacer ahora de la imposición de las cenizas, que expresa nuestra súplica: “¡Señor, aunque soy pecador, soy hijo tuyo y te pido por la paz del mundo!”. Si lo hacemos con un corazón humilde Dios nos va a escuchar. También tenemos que pedir por la paz en nuestra patria, jugamos demasiado con la grieta. ¡Busquemos la paz!
+ Mario Cargnello
Arzobispo de Salta