“Una herida que clama al Cielo”
Es una herida que clama al Cielo, y por eso no queremos que nuestra palabra sea la indiferencia y el silencio. Mucho más cuando se constata que son muchos millones los refugiados y los demás migrantes forzados que piden la protección internacional, sin contar a las víctimas de la trata y de las nuevas formas de esclavitud en manos de organizaciones criminales. Nadie puede ser indiferente ante este dolor.
En este día 20 de junio, Día Mundial del Refugiado, la Comisión Episcopal de Migrantes e Itinerantes, desea expresar su cercanía y fraternidad hacia todos aquellos que se ven obligados a vivir la dramática experiencia de vida en la que deben abandonar compulsivamente su patria, sus hogares, para poder reencontrar paz y seguridad en otros países.
El Pacto Mundial por unas Migraciones Seguras, Ordenadas y Regulares, nos invita a buscar soluciones que devuelvan “a la imagen del migrante, un rostro, una historia, una razón por la que ha decidido dejar su tierra. Un migrante no es más humano o menos humano, en función de su ubicación a un lado o a otro de una frontera”. (Francisco, 30 de marzo 2019).
Encomendamos a todos los refugiados a la protección de la Virgen Madre de los Migrantes, para que los cuide y acompañe, los proteja y los defienda, y les haga conocer y sentir que “están siempre en el centro del corazón de la Iglesia.” Y nos conceda a cada uno de nosotros en este dolor de tantos hermanos, el “deseo concreto y real de involucrarnos con sabiduría, en vez de permanecer en silencio, a ayudar en lugar de aislar, a construir en lugar de abandonar.” (Francisco, ibid.).
Buenos Aires, 20 de junio de 2019
Comisión Episcopal de Migrantes e Itinerantes
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